Ubicado en el corazón de la capital del estado, el Teatro Fernando Calderón es uno de los inmuebles más icónicos de Zacatecas. Testigo inmutable y vivo de la historia de su ciudad, el Teatro ha padecido los vaivenes de la sociedad y la política nacional. A pesar de los triunfos y problemas, ciento ochenta años después, este representativo complejo arquitectónico sigue vibrando en conjunto con la ciudad y sus habitantes.
Pocos edificios suelen estar tan presentes en la memoria de los zacatecanos como el Teatro Calderón, referencia inequívoca en el centro de la ciudad. Titán entre titanes, se yergue orgulloso frente al mercado González Ortega y al lado de la Catedral-Basílica, perpetuando la particular sensación de cobijo y fortaleza tan propia de la ciudad. El teatro también se ha convertido en un lugar de encuentros (y desencuentros) entre los zacatecanos, quienes suelen reunirse en los escalones de la entrada para contemplar la vida pausada y palpitante de la ciudad durante algunos minutos, o bien, para los que sólo buscan un punto de congregación. El Teatro Calderón está vivo en la memoria de todos aquellos que pasan a su lado y lo contemplan. Este inmueble es parte de Zacatecas y de sus pobladores, donde funge como el más importante órgano de la vida cultural.
La trayectoria del Teatro Calderón, desde sus inicios hasta nuestros días, no ha sido sencilla. Su primera construcción comienza en 1832, ante la creciente necesidad del pueblo de tener un recinto en el cual albergar los eventos de índole cultural en la ciudad. El lugar elegido para su edificación es un amplio sector del centro de la ciudad, donde antiguamente había una cárcel. Un año después, en 1833, el teatro de la ciudad abre sus puertas a la población, causando gran revuelo y expectativa.
En aquellos años el complejo se conoce como el Coliseo. Y no es sino hasta 1850, algunos años después de la muerte del célebre autor jalisciense, que se bautiza con el nombre de Teatro Fernando Calderón y Beltrán. Sin embargo, a diferencia del inmueble que contemplamos hoy en día, no cuenta entonces con la fachada distintiva ni con la magnificencia que lo caracteriza. Inclusive la extensión del terreno ocupado es menor, esto se debe a que, luego de cincuenta y seis años de servicio ininterrumpido, un 3 de octubre de 1889, durante los preparativos para un evento denominado “Circo de los animales sabios”, comienza un poderoso incendio en el escenario, provocado por una de las lámparas de iluminación, que consume todo el recinto y provoca daños a las edificaciones contiguas. Zacatecas, la nombrada “civilizadora del norte”, se queda sin teatro.
Empero, más que una catástrofe, el siniestro, a la manera del fuego que consume al fénix, es tomado como una oportunidad para hacer renacer de las cenizas del viejo y simple complejo un coloso digno de ser llamado teatro principal de la ciudad. Con esta visión, el 5 de mayo de 1891, el entonces gobernador del estado, el Gral. Jesús Aréchiga, coloca la primera piedra de lo que será el nuevo edificio.
Cada construcción en la ciudad funciona como un órgano de este ser vivo que es Zacatecas. Órganos alimentados por calles y callejones, verdaderas venas de cantera que irrigan mercurio y plata, extienden su arquitectura más allá de sus marcos físicos, se impregnan en la memoria, en el espíritu y en la vida de todos los zacatecanos. Miles de historias, de sueños, de recuerdos, se resguardan bajo la sombra del teatro de George Edward King, el arquitecto (ahora habitante fantasmal de su propia obra) que realiza los planos de tan monumental proyecto.
El 16 de mayo de 1897, el nuevo Teatro Calderón despliega ya su sombra finiquitada sobre la avenida Hidalgo; el asombro de todos aquellos que asisten a la inauguración es enorme. Siguiendo la moda impuesta en México durante el régimen de Porfirio Díaz, la edificación imita los cánones de las escuelas italiana y francesa, en un estilo neo-
renacentista, tanto en la decoración de la fachada como en la construcción tipo herradura. La opulencia, buen gusto y armonía de sus proporciones son igualmente visibles en el interior y exterior del teatro. Afortunados quienes tuvieron la oportunidad de caminar por los vestíbulos y pasillos del diseño original, pues apenas 18 años después de su apertura, el edificio ve amenazada de nuevo su conservación.
Pocos acontecimientos han quedado tan impresos en la memoria de la ciudad de Zacatecas como el que tiene lugar en junio de 1914. De igual modo, no se encuentran muchos sucesos que hayan merecido que decenas de canciones y corridos se escriban en su honor, como el laureado hito que representó por la Toma de Zacatecas. Las fuerzas villistas expulsan de la capital del estado a las tropas federales, lo cual significa desplazarlas de uno de los bastiones más importantes del norte del país. Sin embargo, el combate tiene serias consecuencias, pues varias edificaciones se ven dañadas o destruidas por los cañones de ambos ejércitos. Uno de los complejos borrados de la ciudad es el antiguo Palacio Federal, ubicado a tan sólo algunos pasos del Teatro Calderón. La onda sónica expansiva del cañonazo hace estragos en el inmueble, quebrándole todos los vitrales; esto, aunado a un saqueo completo del interior, provoca que el magnífico edificio quede en pésimas condiciones y a merced de su suerte.
A partir de ese año (1914), comienza una trayectoria oscura del Teatro Calderón, el cual pasa de propietario en propietario y es destinado a diversos usos (cine, peleas de box y de gallos, discursos políticos) que van mermando poco a poco su interior, hasta que termina completamente eclipsada su antigua gloria. Sin embargo, un suceso está a punto de ocurrir, el cual cambiará el rumbo de decadencia que padece el inmueble. En 1962, el congreso del estado cede el Teatro Calderón al entonces Instituto de Ciencias Autónomo de Zacatecas (ICAZ) -que luego se transforma en la Universidad Autónoma de Zacatecas (UAZ)-, con la intención de brindarle un mejor uso. Así, luego de un largo peregrinaje, el Teatro Calderón vuelve a acoger actividades dignas de un coloso de su envergadura.
Las últimas etapas importantes en la construcción del teatro que admiramos hoy en día tienen que ver con los dos periodos de restauración más significativos efectuados, sobre todo, en el interior del inmueble, pues es el que mayores daños había sufrido. La primera fase comienza el 12 de junio de 1986 y tiene su continuación en los trabajos efectuados de septiembre de 2009 a abril de 2011. La meta se cumple y el recinto es rescatado del deterioro, quedando tal como el día de su apertura.
Cincuenta años después de que el teatro es puesto en manos de la ahora Universidad Autónoma de Zacatecas (UAZ), dicha institución lo sigue administrando. Y tan grandes han sido los cambios producidos a lo largo de este medio siglo, que en estos momentos el corazón de la cultura zacatecana tiene nombre y lugar: Teatro Fernando Calderón, frente a la avenida Hidalgo, en el centro de la ciudad de Zacatecas.
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